Por él: Lic. Pedro Acosta
En el mundo en constante evolución en el que vivimos, el aprendizaje se ha convertido en una constante, y los individuos han desarrollado una virtud invaluable para extraer lecciones de sus errores. Los expertos en la materia afirman que los errores son los grandes maestros de la vida, pero solo para aquellos que han cultivado esta virtud. A medida que integramos las lecciones aprendidas en nuestras vidas, comenzamos a establecer prioridades en todos los aspectos: en lo cotidiano, en la familia, en el trabajo y en la salud, entre otros ejemplos. Estas prioridades nos permiten separar lo esencial de lo menos importante.
Sin embargo, en el contexto político y legislativo de Paraguay, surgen preguntas que a menudo son confusas e incluso irracionales. Cuando examinamos la agenda de las cámaras legislativas, a veces encontramos asuntos que otorgan reconocimiento a músicos, artistas o maestros. No es que estas celebraciones estén mal, pero plantea la cuestión de cuáles deberían ser nuestras verdaderas prioridades como nación.
Se le está dando lugar, por ejemplo, a debates sobre género, que, si bien son importantes y necesarios, involucran a un porcentaje relativamente pequeño de la población en comparación con el alarmante aumento de la pobreza. Las estadísticas ya no reflejan números exactos debido al crecimiento de este fenómeno nacional, pero la realidad es escalofriante. La FAO señala en su página web que de cada cinco niños paraguayos, solo tres tendrán suficientes alimentos para satisfacer sus necesidades básicas. De estos tres, dos comerán una vez al día y los otros dos no tendrán nada para comer. Esta situación se agrava aún más cuando recorremos el país.
En lugares como Central o Asunción, encontramos a familias trabajadoras, reconocidas por su honestidad y esfuerzo incansable para llevar el pan a sus mesas. Estas personas, a menudo denominadas “pobres sin hambre” en el lenguaje coloquial o “maborihú tyguatá” en guaraní, están en grave peligro de extinción. Esta clase social, que constituye un motor importante de nuestro país, ha sido ignorada durante mucho tiempo, y esta masa de trabajadores se está precipitando hacia la categoría de “pobres con hambre”. Incluso la clase media trabajadora, que lucha día a día por progresar, enfrenta la misma problemática.
Es evidente que se necesitan políticas de prioridad para brindar oportunidades a estos compatriotas y permitirles vivir con dignidad a través de su trabajo, evitando su vulnerabilidad. El peligro de un colapso en la existencia de la clase trabajadora paraguaya es inminente si no tomamos medidas con prontitud.
Aunque el gobierno de Santiago Peña está en sus primeros 40 días de gestión, es esencial que se escuche esta voz de alerta y que se establezcan prioridades. No hemos abordado aún el tema crucial de los campesinos en diferentes departamentos y la creciente epidemia de adicciones a nivel nacional.
Es hora de que nuestras preocupaciones sean escuchadas y de que se den prioridades a los desafíos que enfrentamos como país. Hay mucho por hacer, y los próximos tiempos serán el juicio irrefutable de la historia, con nombres y apellidos en juego. En un país como Paraguay, que produce alimentos para 120 millones de habitantes, es inconcebible que haya paraguayos que no tengan acceso a un pedazo de pan en sus mesas.
El camino está trazado, continuaremos presentando números irrefutables a nuestros líderes políticos y, por qué no, a todos los paraguayos. Debemos guiarnos por la verdad, dejando de lado discursos bellos. Dos más dos siempre serán cuatro, nunca cinco ni mucho menos seis. La verdad nos hará Libres!.
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional
0 Comentarios
Los comentarios son de exclusiva responsabilidad del usuario, no somos responsables por los comentario del contenido de este sitio.