Por: Lic. Pedro Acosta.
En tiempos de campaña política, un fenómeno curioso y predecible parece apoderarse de los aspirantes al poder en Paraguay: la “Amnesia Política”. El rostro arrogante se transforma en sonrisa jovial, la amabilidad se convierte en su compañera más cercana y las promesas parecen llover sobre un pueblo necesitado. Sin embargo, una vez que se sientan en la silla del poder, esa amnesia repentina parece afectar su capacidad para recordar aquellas promesas que una vez resonaron tan dulcemente en los oídos del público.
La danza de las promesas políticas comienza con un giro teatral, cada candidato interpretando su papel con maestría. Se comprometen con la justicia social, el empleo, la educación y la seguridad. Las palabras fluyen como un río tranquilo, apaciguando las preocupaciones de una ciudadanía ansiosa. Se toman selfies con los ciudadanos, estrechan manos con fervor y atienden cada llamada telefónica con una dedicación que sorprende. Uno podría pensar que están dispuestos a dar su alma por el bienestar del país.
Y así, el pueblo, seducido por esta representación encantadora, decide dar su voto con la esperanza de que esta vez, tal vez esta vez, las cosas serán diferentes. Los días posteriores a la elección son como una luna de miel política: los teléfonos siguen sonando, los discursos siguen fluyendo y la promesa de un futuro mejor parece más tangible que nunca.
Pero como el humo que se disipa con el viento, las promesas se desvanecen en la realidad del día a día. Una vez instalados en sus cómodas oficinas, el político comienza a sufrir una peculiar pérdida de memoria. Las llamadas telefónicas ya no son bienvenidas a altas horas de la noche; el tono amable se torna en una mezcla de indiferencia y frustración. La “Amnesia Política” se ha apoderado de ellos, haciendo que olviden rápidamente los compromisos que los llevaron al poder.
Este juego de ilusiones políticas ha sido ejecutado con precisión milimétrica por muchos políticos, incluido el legislador Orlando Penner, cuyas promesas de servicio inquebrantable quedaron reducidas a un simple suspiro en la mente de los ciudadanos. Grabaciones que circularon en redes sociales desenmascararon el contraste entre las palabras de campaña y la realidad postelectoral, dejando al descubierto una brecha entre la retórica y la acción.
La Amnesia Política no solo daña la credibilidad de los políticos, sino también la confianza en el sistema político en su conjunto. Las heridas de estas promesas rotas se profundizan en el corazón de los paraguayos, quienes ven cómo sus esperanzas se desvanecen como burbujas de jabón en el aire. Cada desilusión contribuye a la desangrante crisis de confianza en la política nacional.
En última instancia, la “Amnesia Política” se ha convertido en una característica perturbadora de la vida política en Paraguay. Es el reflejo de una desconexión dolorosa entre las palabras y las acciones, una ilusión cruel que se repite una y otra vez. Mientras tanto, el pueblo sigue buscando líderes que se adhieran a sus promesas, y la verdadera esperanza y el cambio genuino permanecerán como una meta elusiva en el horizonte político.
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