Por él: Lic. Pedro Acosta
En la cúspide de una nueva era gubernamental, el presidente Santiago Peña y su equipo han emitido un claro llamado a la responsabilidad y la justicia social. En su gestión incipiente, se destacan decisiones de profundo calado, entre ellas la reducción del precio de los combustibles. Un paso audaz, uno que evoca memorias del pasado y desafía las inercias presentes, delineando un viraje en el rumbo de las políticas económicas. Es en este contexto que emerge la imperiosa necesidad de escudriñar las reacciones y los posicionamientos del sector empresarial, bajo la lente crítica de una sociedad ávida de cambio.
La ciudadanía, que durante demasiado tiempo ha sido testigo de cómo las alzas en el precio de los hidrocarburos surgen como aves de rapiña que desencadenan una serie de ajustes endémicos en los precios de bienes y servicios, recibe esta rebaja como un respiro bienvenido. La valoración entre la volatilidad del mercado de combustibles y el encarecimiento generalizado de productos básicos no es sino un eco persistente del pasado. Sin embargo, el presidente Peña, consciente de esta tradición perniciosa, decidió enfrentarla con un gesto ejemplar, en un intento de desarticular el ciclo vicioso que afecta a los hogares paraguayos.
Encomiable y prácticamente heroico resulta, el empeño del mandatario por amoldar su política económica en pro de los más vulnerables. En una sociedad donde llegar a fin de mes se ha vuelto un desafío espinoso para muchas familias, las acciones encaminadas a aliviar el impacto del costo de vida resuenan como notas de esperanza. Las memorias de la campaña electoral, con su lema “vamos a estar mejor”, se plasman en la realidad, aunque sea en pequeños trazos.
Sin embargo, el escenario adquiere matices inquietantes cuando se observa el comportamiento del empresariado ante esta coyuntura. A pesar de que ha transcurrido una semana desde el descenso en los precios de los combustibles, un silencio ensordecedor permea las filas empresariales. Las tarifas en productos esenciales para las ollas, las verduras y las carnes permanecen inalteradas, desafiando la premisa de que los cambios estructurales en los insumos deben reflejarse en los precios finales. La lógica se desdibuja y la empatía hacia las dificultades de la sociedad se torna opaca.
¿Cómo es posible que este sector, que históricamente ha reaccionado con celeridad ante las fluctuaciones económicas en su propio beneficio, ahora permanezca impasible ante una decisión gubernamental que se traduce en un ahorro tangible para el pueblo? Las voces de justificación que surgen desde algunos círculos empresariales plantean una pregunta incómoda y relevante. La
comunidad observa con ojo crítico el despliegue de argumentos que defienden la mantención de precios, mientras la necesidad de un alivio económico se hace cada vez más apremiante para la mayoría.
En esta encrucijada, el clamor de la sociedad se erige como una necesidad vital. Las voces que unen su llamado en favor de una economía más equitativa y justa, donde las mejoras no se estanquen en los pasillos gubernamentales, donde lo esencial es que fluyan hacia las familias que luchan por mantener un nivel de vida básico. Es un momento de unidad y activismo, no solo para criticar, sino para respaldar los esfuerzos gubernamentales que buscan trascender el statu quo y encaminar al país hacia un futuro más próspero.
El presidente Peña, al demostrar su compromiso con la integridad del pueblo paraguayo, pone de manifiesto su determinación de enfrentar las luchas que acechan a la sociedad en su conjunto. En este trascendental punto de inflexión, es imperativo que el empresariado reconozca la necesidad de un cambio que trascienda los intereses particulares y abrace la visión de un Paraguay en el que todos, sin excepción, puedan aspirar a una vida digna y promisoria.
El llamado está hecho. Las preguntas y las críticas han sido formuladas. Ahora es el momento de actuar, de unir esfuerzos y de contribuir a la construcción de un futuro más justo y sostenible. El destino del país reside en las decisiones que se toman hoy, en la voluntad de enfrentar las inercias y los intereses en pos de un bienestar compartido. En esta encrucijada, los “empresaurios” deben dejar atrás su inescrupulosidad y abrazar el llamado de cambio, para que el Paraguay entero pueda finalmente estar mejor.
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