(((Radio
en Vivo)))
En definitiva, tuve la
ocasión de pasar por las distintas facetas del periodismo, en radio (en
informativo o en relatos o comentarios deportivos), en diario, televisión y
ahora por el periodismo digital. De ahí que muchos estudiantes de la carrera
llegan hasta mi lugar de trabajo para que les comente cómo era el periodismo
antes de Google, del mauss, de Messenger. Es decir, antes de la era digital.
Rubén Ayala Ferreira
narra en estas lineas su historia de guerrillero durante el estronismo.
Cuando en la madrugada
del 12 de Diciembre de 1959, en aguas del río Paraná frente a Posadas, fui
tomado prisionero por esbirros del régimen stronista junto con otros once
compañeros, tenía sólo 20 años y sentí que de golpe, en un relámpago de fuego,
todo se venía abajo: nuestros proyectos de lucha, los ideales de una patria
liberada y hasta nuestra vida misma, estando de golpe a merced de las ráfagas
de ametralladora.
El convencimiento y la
mística que teníamos ese grupo de jóvenes idealistas que integrábamos el
Movimiento 14 de Mayo para la liberación del pueblo paraguayo, nos llevaron a
minimizar el poder de fuego de las fuerzas que defendían a la dictadura.
Estábamos ingresando desde territorio argentino con la convicción de que el
dictador sólo podía ser derrotado por las armas: sistema de autodefensa del
pueblo cuando los canales democráticos se encuentran conculcados.
Mi historia debe ser
similar a la de muchos jóvenes latinoamericanos de aquella época, con países
dominados por dictaduras militares, especialmente los del Cono Sur del
Continente. Con el triunfo de la Revolución Cubana el primer día de Enero de
1959 derribando a la dictadura de Fulgencio Batista, muchos fuimos ganados por
los ideales revolucionarios.
Y fue así como del grupo
de recién egresados de la Escuela Nacional de Comercio N° 2 de Asunción con el
titulo de Perito Mercantil, los cuatro compañeros que habíamos decidido emigrar
para estudiar y trabajar en Buenos Aires, nos unimos sin muchos rodeos a las
dos agrupaciones guerrilleras en gestación en la Argentina.
Organizados por
compatriotas residentes en Buenos Aires, ambos grupos planeaban el ingreso a
territorio paraguayo para combatir a la dictadura de Alfredo Stroessner.
Dos de nosotros resolvimos
incorporarnos al Movimiento 14 de Mayo conducido por el joven lleno de ideales
que se llamó Juan José Rotela y el otro compañero se unió al Frente Unido de
Liberación Nacional (FULNA), que también estaba embarcado en un intenso trabajo
preparatorio para llevar adelante la lucha armada en nuestro país.
Esos dos queridos e
inolvidables compañeros del Movimiento 14 de Mayo, Sergio Lovera Villamayor y
Alberto Martín Blanco Cáceres, murieron en el campo de batalla en pos de sus
ideales. Y de los cuatro, estoy quedando solo yo para contar la historia.
Hasta ahora mis hermanas
se siguen preguntando cómo fue que mis padres, Dolores Ferreira de Ayala (doña
Lola) y Rubén Darío Ayala Pastore (don Pocho), me autorizaron a viajar a Buenos
Aires con tan solo 18 años, cediendo a la insistencia de mis tres amigos y
compañeros de estudios.
Sucede que era tal la
falta de trabajo en la actividad privada en nuestro país y como la afiliación
al Partido Colorado era condición ineludible para ingresar a la administración pública, finalmente de nada
nos servia el título que habíamos obtenido después de seis años de exclusiva
dedicación a los estudios.
Conviene aclarar que yo
nací el 3 de Marzo de 1938 en el pueblo de Mbuyapey, departamento de Paraguarí,
pueblo fundado y poblado por mis ancestros, entre ellos algunos que ya entraron
a la historia como destacadas figuras de la lucha por la justicia y la
democracia desde las filas del Partido Liberal, como José de la Cruz Ayala
(Alón), quien murió en el exilio argentino a los 29 años y Eligio Ayala, mi tío
abuelo, identificado entre los pocos presidentes probos y honestos que conoció
el Paraguay y que falleció asesinado en circunstancias nunca bien aclaradas*.
Guerra Civil del ’47
Fue así como por
identificación a valores e ideales que se transmitían por línea familiar, me
crié y fui creciendo en un ambiente politizado y de compromiso social, con
padres que habían asumido una lucha contra el autoritarismo, las injusticias y
la corrupción a través de su participación en asociaciones comunitarias, de acciones de solidaridad y de
la militancia dentro del mismo partido político.
Esto les valió atravesar
la guerra civil del Año 1947 en medio de gran agitación y momentos que llegaron
a rozar la desgracia. Desde los nueve años pude ser testigo de cruentos sucesos
en el fragor de esa guerra civil que, en mi pueblo natal, Mbuyapey, reducto de
liberales, causó estragos.
Con mi madre íbamos sus
cinco hijos, entre ellos un bebé recién nacido, recorriendo viviendas de amigos
campesinos, incluso estancias del distrito, tratando de huir de esa onda de
barbarie que había convertido a nuestro pueblo en verdadero traspatio del
infierno, con saqueos, asesinatos, fusilamientos… Las imágenes del heroísmo de
mi madre en ese tiempo de violencia ciega, me marcaron para siempre. Mi padre,
con quien llegamos a perder todo contacto, andaba en algún lugar, en medio de
los entonces aun espesos bosques de la zona.
El negocio y vivienda de
mi abuelo materno fueron totalmente saqueados, pudiendo salvarse casi por
milagro de las hordas coloradas que sembraban a su paso muerte y destrucción,
causando verdadero pánico entre la población civil.
Cuando por fin logramos
escapar de esa oleada de violencia que asolaba nuestro hermoso pueblo,
establecimos domicilios provisorios primero en San Lorenzo y después en
Benjamin Aceval (Chaco), para luego sentar residencia por casi cinco años en
Piribebuy, donde mi madre retomó la docencia. Hasta poder regresar de nuevo a
Mbuyapey solamente cinco años después de esa emigración forzada.
Golpe de Estado y
Dictadura de Stroesnner
La resolución de la
guerra civil con el triunfo del Partido Colorado, después del breve interludio
democrático que la precedió, significó la vuelta de los esquemas perversos de
dominación, con la corrupción y las arbitrariedades como métodos y estilo de
gobierno. Posteriormente, las pujas internas dentro de ese partido tuvieron un
punto de inflexión con el golpe de Estado de 1954 que instaló en el poder como
jefe supremo al general de origen alemán y de ideología nazi, Alfredo
Stroessner.
Así comenzó una larga y
cruenta dictadura que duró 35 anos y que en 1989 sólo pudo ser derrocada por la
fuerza de las armas, dando razón al planteo que habíamos realizado treinta años
antes.
Las ansias de justicia y
libertad
Fue así como en el adolescente
Rubén (por entonces Rubencito) se fue incubando un espíritu de rebeldía contra
las injusticias y cuando llegamos a Buenos Aires con los cuatro compañeros que
mencioné, fue casi automática mi incorporación a ese proyecto de lucha contra
el régimen dictatorial: la llama de la libertad y la justicia social ya la
tenía bien adentro cuando decidí mi ingreso al Movimiento 14 de Mayo. Enseguida
me encontré formando parte de ese grupo de jóvenes muy activos y entusiastas,
trabajando incansablemente en las tareas preparatorias, con nuestro comandante
Juan José Rotela, quien con menos de 30 años, estaba dotado de un
extraordinario carisma y capacidad para transmitir los ideales que alentaban el
proyecto.
Casi sin darme cuenta ya
estaba adentro, junto con mis colegas de estudio. Aportábamos para el
Movimiento un porcentaje de nuestros sueldos. En todos los barrios de Buenos
Aires se hacían fiestas, rifas, para recaudar fondos. Una verdadera
efervescencia y entusiasmo revolucionario se había apoderado de una parte de
los paraguayos residentes en Buenos Aires.
Éramos muchos,
centenares, estábamos en todos lados y cuando asumió el Movimiento 26 de Julio
con Fidel Castro a la cabeza en Cuba, nuestro entusiasmo se acrecentó aun más,
dándonos la convicción de que si, verdaderamente se podía.
Volví al Paraguay para
prestar el servicio militar, en el Centro de Instrucción Militar para la
formación de Oficiales de Reserva (Cimefor), reservado para estudiantes que
tuvieran como mínimo el cuarto año de la escuela secundaria y solamente se
presta en las vacaciones.
Cuando volví a Buenos
Aires ya recibí la orden de viajar a Posadas, en el inicio de lo que sería el
operativo previo a la incursión. Me alojé en el domicilio de don Cleto González
(en Ivanowski y Gobernador Roca) y luego en la casa de Cándido “Nenito” Ramírez
(en La Rioja casi avenida Corrientes, Chacra 41), ambos adherentes al
Movimiento.
El intento
Estuve en Posadas hasta
la fecha prevista para la incursión. No puedo decir que mi formación militar fuera
completa, era muy joven y entre el trabajo, el estudio y las reuniones, eran
demasiadas actividades para responder a todas las exigencias de los aprestos.
Pero estaba muy imbuido de nuestros objetivos político-sociales orientados a la
liberación integral del pueblo paraguayo de la opresión y de las
arbitrariedades.
Había en la acción
militar un grado considerable de improvisación que nos llevó al fracaso en el
momento de la incursión a territorio paraguayo. Esta se produjo en dos botes
(canoas) desde el balneario « El Brete » de Posadas, con dos remeros de
nacionalidad argentina, Edmundo Mondo e Iván Leandro Pereira, que vivían en las
inmediaciones del lugar. Éramos 12 en total, con armas de dudosa calidad que
nos fueron entregadas minutos antes, en medio de la obscuridad.
Nosotros observamos que
desde la parte alta del Parque “República del Paraguay” de Posadas, varias
personas que estaban estratégicamente ubicadas realizaban señales de luces con
automóviles que eran captadas en territorio paraguayo. Teníamos púes la certeza
de que sabían de nuestra presencia y lógicamente nos estaban esperando. Pero
como nuestra convicción era más fuerte que la conciencia del peligro y el
temor, que obviamente teníamos de ser asesinados o capturados, igualmente
decidimos no aplazar y lanzarnos a la acción.
Simultáneamente, desde el
puerto de Encarnación partían dos lanchas de las que realizaban el cruce del
río trayendo y llevando pasajeros. Sobre el techo de cada una de esas lanchas
se encontraban ( poco después lo supimos) dos piezas de ametralladora.
Pudimos ver dos puntos
oscuros en el horizonte, pero como tenían los motores parados (venían aguas
abajo por el canal), parecía que no estaban navegando, cuando sorpresivamente
comenzaron a gritarnos “pe pytá peë aña membÿ” (quédense hijos del demonio) y
comenzaron a disparar hacia nuestras frágiles embarcaciones, que se bamboleaban
por las oleadas.
La otra canoa que
transportaba al grupo con nuestro comandante Juan José Rotela se alejó del
lugar y nosotros, enfrentando una diferencia de fuego desproporcionada, no
tuvimos otra alternativa que entregarnos con gran dolor en el alma.
Después de analizar
durante varios años, considero que fue la mejor decisión. No teníamos la menor
posibilidad de éxito en esa circunstancia, habiendo caído en una trampa. La sorpresa que nosotros intentamos tener
como elemento favorable, fue al revés:
nos sorprendieron ellos. Todo por la gran cantidad de soplones (pyragüés) que
pululaban por la ciudad de Posadas.
Se registraron otras
incursiones guerrilleras por la zona de Puerto Rico, grupo en el que se
encontraba Juan Gerónimo Ventre Buzarquis (“Pochi”) que escribió un interesante
libro sobre su experiencia. Otros compañeros ingresaron por la zona de Puerto
Yguazú y otros por el norte del país, en Pedro Juan Caballero.
Conmigo se encontraban,
entre otros, el periodista y gran amigo Carlitos Madelaire (que tenía un equipo
transmisor de radio, muy pesado), Arnaldo Clérici (padre de tres profesionales
destacados de la provincia, la médica Mabel Clérici, la abogada, recientemente
designada fiscal Patricia Clérici y el escribano Osvaldo Clérici) y César
Portillo.
Torturas, trabajos
forzados: Investigaciones y guardias de seguridad de Tacumbú
Juan José Rotela no tuvo
éxito en su primera incursión, estuvo un par de días, ante el fracaso regresó y
sólo cuatro meses pudo volver a ingresar siendo él y su grupo aniquilados de la
peor manera por la unidad militar comandada por el general Patricio Colmán, un
criminal sanguinario. Solo se salvó “Cacho” Blanco que contó historias
realmente espeluznantes sobre los crímenes cometidos por los esbirros de
Stroessner.
Una vez en tierra firme,
comenzaron las sesiones de todo tipo de torturas desde patadas en la cara,
hasta cachiporras de goma por la planta de los pies, que es algo muy doloroso,
golpes con el yatagán (bayonetas) por las nalgas desnudas, sevicias de todo
tipo. Estuve en Encarnación un par de días y me trasladaron a Asunción por vía
aérea con Mario Esteche Notario, uno de los jóvenes jefes del movimiento,
separándonos del grupo porque consideraban que éramos los de mayor graduación.
En Asunción, fuimos
recluidos en el Departamento de Investigaciones, cuyo jefe era Erasmo Candia.
Nos torturaban salvajemente, haciéndonos las preguntas mas inverosímiles. Me
llevaban a lo que se denominaba « la pileta », una bañera que previamente me
obligaban a llenar de agua donde después, atado de pies y manos, desnudo, me
sumergían y sacaban, reiteradamente, a veces ya en el limite, para luego
preguntar por lo que sea.
Un día me llevaron junto
el jefe de Policía, el coronel Duarte Vera, un hombre grueso y de baja
estatura, con su peculiar bigote y aire burlón. Mirándome con ojos cargados de
odio, me dijo que si no estaban en ese lugar los generales tal y cual (no
recuerdo los nombres), “ésta sería mi comida” -señalando un tejuruguai- especie de látigo que tenía colgado detrás
del cuadro del general Bernardino Caballero, fundador del Partido Colorado, y
“éste de postre”, mostrando una cachiporra de goma blanca que estaba en una
biblioteca.
Antes de fines del año
1959, me trasladaron a la Guardia de Seguridad, un cuartel militar ubicado en
el barrio Tacumbú de Asunción, al lado de la cárcel, donde permanecimos juntos
setenta compañeros. Ya habían llegado una parte de los que fueron tomados
prisioneros en diferentes puntos del país, pero muchos nunca iban a llegar :
todos los que murieron en la intentona libertaria.
En ese lugar ubicado en
las orillas de Asunción, sobre el río Paraguay, nos sometieron a trabajos
forzados en las canteras de piedra del cerro Tacumbú, donde íbamos por la
mañana y por la tarde, todos los días, incluso domingos y feriados, siendo
sometidos a permanentes azotes con lo que se denomina “arreador”: látigo
utilizado en las estancias para azotar al ganado. Este elemento de tortura
consta de un mango de madera y en la punta tiene lo que denominábamos tres
lengüetas, que cuando lo utilizaban con destreza, nos partía la espalda en tres
partes, con un solo azote.
Ciertamente, las
consecuencias físicas, corporales, de estas sevicias eran desastrosas. Y cuando
volvíamos de noche de las extenuantes jornadas de trabajos forzados -donde me
llamaban « barretero », por utilizar la barreta- combinadas con torturas, nos dedicábamos a
curarnos unos a otros de las heridas. Sin la fraterna camaradería que tan
fuertemente nos unió en todos los momentos de ese transe dramático, hubiese
sido difícil mantener la moral, factor imprescindible para seguir existiendo en
esas condiciones verdaderamente inimaginables para el común de los mortales.
Nuestro lugar de «
residencia » era una enorme cuadra (salón), donde estábamos todos juntos y
dormíamos en el piso. Al lado mío se encontraba siempre mi amigo Carlos
Madelaire, hijo del propietario de LT4, Radio Misiones, de Posadas, que mucho
tuvo que ver después con lo que sería mi nuevo oficio: el de periodista.**
Cuando íbamos o veníamos
a la cantera (ubicada a 700 metros de la Guardia de Seguridad) observábamos a
nuestros familiares, esa legión de personas de todas las edades, entre las que
se encontraban siempre nuestras madres y hermanas, que nos saludaban casi a
escondidas. En este punto rindo homenaje a mi mamá, doña Lola, que supo
soportar con singular valentía los momentos tan difíciles que le hice pasar.
Siempre brotaba una lágrima cuando la veía junto a mis hermanas Doris, Berta y
las más pequeñas Mirtha Elena, Ana María y Miguel Ángel, además de la ya
desaparecida María Celia. El ultimo (pahagüé), Luis Omar, todavía no había
nacido. Al escribir estas líneas me embarga la emoción, cuando afluyen a mi
memoria aquellos momentos tan intensos.
Peña Hermosa. La Fuga
A los siete meses de
permanecer en la Guardia de Seguridad de Tacumbú, bajo régimen de trabajos
forzados y sometidos a permanentes torturas, nos trasladaron a la isla-prisión
de Peña Hermosa, ubicada sobre el río Paraguay, en el norte del país. Ahí
trabajábamos, pero ya no eran excesivamente exigentes. Yo fui destinado a la olería, en el sector donde se preparaba el
adobe para realizar el corte del ladrillo, tarea que era realizada por Carlos
Talavera.
Estábamos a unos 100
kilómetros de la frontera con Brasil. Fuimos averiguando algunos datos sobre la
posibilidad de realizar una fuga masiva. La dificultad consistía en que, de los
70 prisioneros, un grupo de 15 había recibido la promesa de ser liberado al no
tener vinculación con el Movimiento y, obviamente, no querían incluirse en los
planes.
Había varios grupos que
pensaban en la posibilidad de una evasión, y yo me fui sumando a cada uno de
ellos. Luego de minuciosa planificación que daba lugar a largas deliberaciones,
el grupo quedó integrado por cinco guerrilleros y un soldado que se sumó a
nosotros: los hermanos Juan Gregorio y Pedro Peña, Ramón Romero, Silvio Villar
y el soldado Villalba. A Villar le avisé de la fuga solo unos minutos antes,
pensando que si llegaba a la casa de su padre, don Cleto González, en Posadas,
sin su adorado hijo Silvio, tendría algunos problemas…
Hasta que llegó el
esperado momento. Seguimos todas las preciosas indicaciones proporcionadas por
Cala’à, hijo de un opositor al régimen que se dedicaba a la medicina natural en
base a plantas (se los llama médico yuyo o médico ñaná). Nos había dicho: “Si van por el camino municipal, por ahí los
van a seguir, pero de acá a mil metros hay una alambrada, pero no hay camino.
Esa alambrada llega hasta el Río Apa. Es todo estero, pero no se van a perder,
porque la alambrada les va a orientar”. Dicho y hecho: dos días después, al
amanecer, llegamos al bendito río Apa, tras pasar por todas las peripecias imaginables,
escondiéndonos de los aviones que nos buscaban. Pero el pasto (se llama
cortadera) era alto y difícil que nos localizaran desde el aire. Nos enteramos
después que los militares que nos buscaban siguieron el camino que, según nos
advirtió Cala’á, no debíamos tomar (el camino municipal) y llegaron a la
frontera con Brasil a 25 kilómetros del lugar donde nosotros cruzamos.
Sería muy extenso relatar
los detalles de la fuga, por lo que me limitaré a decir que salimos el 24 de
marzo del año 1961 y el 26 de ese mes, dos días después, llegamos al río Apa,
que separa el Paraguay del estado brasileño de Matto Grosso. Llegamos a una
estancia donde conseguimos ser alojados tras explicar las razones de nuestra
presencia en esas condiciones: descalzos, casi sin ropas, agotados y
hambrientos. Y, desde luego, sin documento alguno.
Mi madre, que había
logrado obtener un permiso especial para viajar a Peña Hermosa y llegó
acompañada de Doris, la mayor de mis hermanas, también contribuyó en afinar los
planes de la fuga y quedó bien claro que no debíamos aventurarnos mientras
estuviese Juscelino Kubitscheck en el gobierno, porque siempre devolvía a los
guerrilleros a territorio paraguayo, siendo todos sistemáticamente aniquilados
por los esbirros de la dictadura estronista. Por ese motivo fue que esperamos
un tiempo, hasta después de las elecciones en Brasil.
Fue un gran alivio
enterarnos que había ganado Janio Quadros, ahí ya estábamos tranquilos y
podíamos ir concretando los planes de nuestra evasión.
En este punto cabe
señalar que una importante avenida de Asunción se sigue llamando “Kubitscheck”,
en homenaje al amigo y cómplice de Stroessner en esos crímenes de lesa
humanidad.
Después de peripecias sin
fin, sin dinero ni documentos, llegamos a Puerto Quebracho y con la ayuda de
ciudadanos paraguayos opositores al régimen fuimos a Puerto Murtinho, de ahí a
Campo Grande (capital del Estado de Matto Grosso) y seguimos nuestro periplo
larguísimo e interminable : Puerto Quince, Puerto Epitacio, Puerto Guaira
(todavía estaban los saltos que ellos llamaban Sete Quedas), Foz de Yguazú, de
donde logramos cruzar clandestinamente la frontera a Puerto Yguazú (Argentina)
y finalmente llegamos a nuestro añorado destino final: la ciudad de Posadas.
Fuimos directamente a la casa de don Cleto, entregándole sano y salvo su hijo
Silvio. Fue un momento de gran emoción.
Cuando estábamos en Campo
Grande nos enteramos por Radio Guaiba de Porto Alegre, de la fuga del resto de
los compañeros, entre los que se encontraban Arnaldo Clérici, Inocencio Rojas,
Carlos Madelaire, Ventre Buzarquis (quien actualmente trabaja en el consulado
paraguayo de Posadas), Luis Orué, Carlos Garay, César Portillo, todos ellos
habiendo fijado después residencia en la provincia de Misiones, Argentina.
Contaron que los 15
compañeros de prisión que no querían participar de la fuga habían sido
liberados en esos días, por lo que resultó más fácil organizarla. Tomaron la
unidad, neutralizaron y encerraron a los oficiales con la tropa y se llevaron
todas las armas, siguiendo el mismo camino que recorrimos nosotros, en una
acción sin precedentes durante todo el largo periodo de la dictadura de Alfredo
Stroessner.
La caída de la Dictadura
En 1989 la dictadura fue
derrocada por un golpe militar. Pero estamos convencidos que ese intento
desesperado por erradicar un sistema que era causa de tantos sufrimientos y
desgracias para el pueblo paraguayo, aportó su granito de arena para lo que
ocurrió después. Con una mejor organización, coordinación y apoyo, podríamos
haber evitado que por treinta años más continuase vigente ese sistema de feroz
opresión.
Durante tres décadas no
pude regresar a mi país (salvo fugaz y subrepticiamente cuando falleció mi
hermana María Celia, a los 24 años de edad, en Diciembre de 1970), cuando
volví, en Febrero de 1989, me encontré con otra realidad, muy diferente a la
del Paraguay que yo dejé. Era otro país, más corrupto, plagado de delincuentes,
con miedo: la gente hablaba en voz baja y a menudo había que recordarle que la
dictadura ya había caído…
Periodismo en Posadas,
Argentina
Desde el año 1961,
llegando a la tierra que nos acogió, hace cincuenta años, comencé con mi otra
pasión, el periodismo, labor que abracé con voluntad y determinación,
respondiendo a una verdadera vocación. El querido compañero de todos los
avatares, que hace tiempo nos dejo, Carlitos Madelaire, me introdujo en la
radio que era propiedad de su padre, don Carlos Madelaire : LT4 Radio Misiones,
« Argentina y Libre » según el slogan que caracterizaba a la emisora. Había
cumplido con la promesa de esos días de “transmisión” del deporte macabro de
nuestros carceleros.
La planta transmisora
estaba ubicada en Radioparque, donde se organizaban torneos de fútbol, tarea
que estaba a mi cargo. Participé de un recordado programa nocturno que se llamó
“Periodistas de Guardia”, con Carlitos, Alberto Mónaca y José María “Pepe”
Arrúa.
Pasé por todas las etapas
de la profesión periodística. Primero en deportes (recuerdo que cuando iba a
pasar un gol de Racing convertido por el puntero izquierdo Belén, anoté
pulcramente y lo pasé con voz temblorosa, en mi primera incursión frente a un
micrófono de verdad. Temblaba como una hoja… (Ahora, ya no). Por entonces era
la única radio de Posadas.
Después, a instancias de
Carlos Correa, me fui al diario “El Territorio” en el año 1966, donde tuve como
jefe de deportes a Mario Christin. Enseguida, a pedido de don Carlos Lucero me
incorporé a LT17 Radio Provincia de Misiones en la sección deportes y cuando
inició su transmisión el Canal 12 comencé con deportes en los noticieros del
canal y con “Rucho” Saidman teníamos un programa deportivo dominical que se
llamaba “Teledeportes”, hasta que. el gobierno de la dictadura militar me dio
de baja en 1977. Entonces, volví de nuevo a LT4 bajo la dirección del doctor
Pedro Warenycia, con Silvio Orlando Romero, Miguel Barbero, Alejandro Guerrero,
Fernando Warenycia, Jorge Balanda, Luis Galarza, Carlos Carvallo, Raúl Vergara,
Aída González y otros.
Cuando se recuperó la
democracia (ahora en la Argentina), el gobernador Ricardo Barrios Arrechea, en
1983, me convocó para ocupar el cargo de Director de Prensa de la Casa de
Gobierno y luego la Subsecretaría de Información Pública siendo primero Oscar
Edelman y después Hernán Damiani los secretarios del área.
Humberto Antonio Pérez,
por entonces director del diario « El
Territorio », me designó para ocupar el cargo, volviendo a la redacción del
diario en 1987, cuando me desempeñé como Secretario de Redacción del decano de
la prensa escrita de Misiones. Hasta el año 1998. Actualmente trabajo en el
programa “La Torre de Babel” que sale al aire desde hace 10 años al mediodía en
LT17 Radio Provincia de Misiones, programa que hacemos con Hugo Dedieu y Pedro
Etchegoin. También sigo, desde hace diez
años, en Radio Tupämba’é, con un programa de difusión dominical sobre la
cultura paraguaya, su música y su historia, que se enriquece con la audiencia y
participación de muchos compatriotas de la zona fronteriza.
Acá, en Misiones, siempre
me hicieron sentir y me sentí como si realmente ésta fuese mi provincia y la
Argentina mi país natal. Nunca encontré otra cosa que no fuese solidaridad. Ni
la sombra de actitudes discriminatorias. Por eso, a esta altura de mi vida,
puedo decir que mucho le debo a este país y a esta provincia, que me han
acogido y brindado las oportunidades para desarrollarme, humana y
profesionalmente. Es una prueba, manifestada en mi experiencia personal, en la
de mis compañeros y en la de tantos compatriotas, que la solidaridad entre los
pueblos es el camino que nos llevará a la victoria por lograr una América
Latina fraterna, libre y unida.
Quedaron muchas cosas en
el tintero, pero esta es una síntesis de lo que me tocó vivir en el desarrollo
de una historia que tuvo muchos otros protagonistas, cuyas voces ya se apagaron
o que no pueden manifestarse por estar los recuerdos, vivos, pero muy
enterrados adentro. Hay testimonios similares, que deben ampliarse y darse a
conocer: trabajar la memoria para que la iniquidad deje de encaramarse
definitivamente a nuestra tierra paraguaya. No hay mucha diferencia con lo que
pasó en la Argentina, donde en forma institucional y con participación de la
sociedad civil, el NUNCA MAS! ya recorrió un camino considerable hacia la
erradicación de la impunidad.
Esta es mi historia
Rubén Ayala Ferreira
0 Comentarios
Los comentarios son de exclusiva responsabilidad del usuario, no somos responsables por los comentario del contenido de este sitio.